Mis primeros años de colegio los pasé en una escuela privada de poco renombre. La Academia Pinadell, de Barcelona, que a pesar de no ser un colegio religioso, fue donde tuve mis primeros contactos íntimos con la religión. El gurú de eso era Don Pedro, un señor que recuerdo con aspecto del actor Sazatornil. Con bigotito fino de la época (años 60). Ancló en mi mente infantil, virgen, los primeros sedimentos de religión y de Dios. Del Dios católico que a día de hoy puedo ver claramente el mal que ha hecho.
Recuerdo, en fechas próximas a hacer la primera comunión, nos explicó el cuento de que antaño, cuando se comulgaba, cada Sagrada Forma llevaba un niño Jesús pequeñito, que cuando te la daban, si la persona que la recibía estaba limpia de pecado, es niño Jesús corría hacia adentro. Pero si aquella persona estaba manchada con el pecado, el niño Jesús se iba y no entraba, quedando sin consagrar la hostia recibída.
Con estos lastres morales iniciaba yo mi vida. Recibí mi primera comunión convencido de hacerlo infectado por el pecado, a pesar de haberme confesado minutos antes de comulgar.
Con ocho años nos cambiamos de residencia y yo de colégio, y fuí a parar al Colegio de los Hermanos Maristas de Mataró. Cada mañana formábamos en fila y tras contestar "Sin pecado concebida" al "Ave María Purísima" que pregonaba el Hermano Director, ordenádamente nos dirigíamos a clase, donde antes de empezar rezábamos.
En mayo, el mes de María. Ejercicios espirituales o "convivencias" para quien quería. Yo era sumamente devoto y no me perdía una.
Cierto año, ya en mi adolescencia, recuerdo que el leitmotiv de las clases de religión rondaba alrededor de la masturbación, sus devastadoras consecuencias y la falacia acerca del origen del hombre en el mono. El Hermano Conde era el maestro, muy cariñoso con los niños y sobre el cual corrían leyendas urbanas.
En aquellos tiempos, la educación de calidad, en provincias, se recibían en colégios religiosos. En las capitales se podía acceder a colegios más progresistas, pero también más caros.
A día de hoy, ya con mis 53 años encima, he podido ver las verdaderamente nefastas consecuencias de la religión en las personas y en la sociedad. En la actualidad y en la historia.
Y todavía me sorprende ver cómo, personas de gran nivel cultural, científicos principalmente, son devotas de la religión. Cómo la iglesia católica tiene el poder que tiene en nuestra sociedad actual, en nuestro pais.
Teñidas de prejuicios, prohibiciones y castigos: El incomprensible voto de castidad, lo más contra natura que pueda existir, permitir la vejación de la mujer, matar en nombre del todopoderoso. Llamar todopoderoso a un símbolo que proyecta al hombre en su versión más mezquina. Anular la capacidad de libre albedrío de las personas sembrando, en las más tierna infancia, condicionantes morales que van a subsistir a lo largo de toda la juventud. Prohibir los medios para evitar embarazos no deseados. No es todo esto inmoral?
Religión es sinónimo de retraso. El hombre necesitó unos fundamentos basados en una moralidad y formas de actuar prediseñadas.
Recomiendo la lectura de "Por qué no soy cristiano" (Bertrand Russell).
Hoy acabo de leer este artículo y estoy emocionado por ver como me recuerda un alumno con nostalgia. Soy aquel Don Pedro Gracias.
ResponderBorrar