miércoles, 13 de octubre de 2010

La nueva cultura de las bombillas


Es un fenómeno pseudocientíficamente probado que en los cambios de temporada -bien sea de verano a invierno como de invierno a verano- las bombillas se vuelven proclives a fundirse.

Este pasado lunes, aprovechando el puente del Pilar, fui a reponer bombillas. Pero cada vez quedan menos bombillas de las convencionales. Según dicen los comerciantes, las fábricas han dejado de producir las típica bombillas de filamento, como la de la foto. Ahora tienes que comprar las mal llamadas "económicas". Una de 15 W, por ejemplo, da la luz de una de 75 W, pero el precio.... ay el precio!! 3 bombillas, de tipología distinta pero tecnología similar: 22 €. Duran más, gastan menos. Pero a mi me suena como la falacia del €: una falacia, una mentira para hacernos gastar más. Estoy convencido que los fabricantes de bombillas y colateralmente los que las venden, están haciendo su agosto.

La desventaja (una de las desventajas) es que tardan un ratito en ponerse a régimen. Vamos, a dar la luz que esperamos. 
Me ocurrió con la bombilla del cuarto de baño. La de arriba, no las del espejo. Vas a hacer tus necesidades rápidas e incomoda hacerlo con la luz tenue inicial. Pero para paliar esta carencia, mi bombillero de confianza me recomendó la bombilla de la siguiente foto. Si se clicka encima para ampliarla se puede ver que tras el aspecto de la bombilla de toda la vida, se esconde una tecnología puntera: se trata de una bombilla halógena, cuya "halogenidad" reside en el interior, como la belleza de la bestia (de "La Bella y la Bestia"). Sin las ventajosísimas prestaciones de las "económicas" en materia de economía, más baratas y de una duración quasi perpetua. Obviamente la compré con fe ciega.

Al cabo de unos pocos meses, menos de lo que duraría una bombilla de toda la vida, la diva de las bombillas halógenas se fundió. Traté de que mi mezcla de enfado y frustación no añadiese mayor pesar a mi pesadumbre.

Pasaron las semanas y volví a necesitar bombillas. Me dirigí de nuevo a mi bombillero habitual (Ferreteria Muñoz, de Arenys de Mar). Me atendió el muchacho sudamericano gordito, el de siempre, y no puede evitar hacerle partícipe de la espinita bombillera que tenía clavada en mi corazón. Me contesto, como suele hacer la gente con poca formación en la atención al público, simplemente: "es imposible". Evitaré transformar en palabras el odio que sentí hacia ese tipo. Pero ante sus aplastantes argumentos fui lo suficientemente estúpido como para comprar otra bombilla igual. No se, tal vez alguna subida de tensión acabó con la vida de "superbombilla". Le dí una nueva oportunidad.

Al cabo de unas pocas semanas... se fundió. Como muestra, la foto.

PUNTO, FINAL

Nota: Porqué son tan prepotentes los dependientes o personas que dan un servicio publico, sudamericanos? ferreterias, atención telefónica, etc. (el "etc." es porque no se me ocurre ningún oficio más que ejerzan personas de este origen).


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